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EL CÁLIZ: HISTORIA, SIGNIFICADO Y EJEMPLOS EN SEGOVIA

RESUMEN

El cáliz es uno de los objetos litúrgicos más importantes del cristianismo. Vaso sagrado destinado a la Eucaristía, ha sido símbolo de fe y obra de arte a lo largo de los siglos. En este recorrido explicamos qué es un cáliz, su presencia en la tradición bíblica, los materiales con que se ha fabricado y las principales tipologías. Además, destacamos algunos de los cálices más valiosos conservados en la Catedral y en el Palacio Episcopal de Segovia.

¿Qué es un cáliz?

El cáliz es uno de los objetos litúrgicos más importantes del cristianismo. Se trata de un vaso sagrado utilizado en la misa para contener el vino que, en la consagración eucarística, se transforma en la Sangre de Cristo.

Desde los primeros siglos, el cáliz ha sido un símbolo de la Pasión de Jesús y de la participación de los fieles en la Eucaristía. Su forma suele incluir tres partes principales: la copa, el astil (o pie intermedio) y la base.

A lo largo de la historia, los cálices han mostrado gran variedad de estilos, adaptándose tanto a las corrientes artísticas de cada época como a los materiales disponibles. Encontramos ejemplos desde los modelos más sencillos de inspiración grecolatina hasta piezas ricamente decoradas en épocas como el Gótico o el Renacimiento.

En todos los casos, más allá de su valor artístico, el cáliz cumple una función esencial en la liturgia: ser el recipiente en el que se celebra el misterio central de la fe cristiana.

El cáliz en la Biblia y en la tradición cristiana

El cáliz no es solo un objeto litúrgico, también es un símbolo profundamente arraigado en la Biblia y en la espiritualidad cristiana. En las Escrituras aparece tanto como imagen de bendición como de sacrificio.

El Salmo 116 lo expresa con estas palabras: «¿Cómo pagaré al Señor todo el bien que me ha hecho? Alzaré la copa de la salvación, invocando el nombre del Señor» (Salmos 116, 12-13). En este texto, la copa representa la gratitud y la fidelidad a la alianza con Dios.

En el Nuevo Testamento, el cáliz adquiere su sentido pleno en la Última Cena, cuando Cristo toma el vino, lo bendice y lo entrega a sus discípulos diciendo: «Después tomó el cáliz, pronunció la acción de gracias y dijo: «Bebed todos; porque esta es mi sangre de la alianza, que es derramada por muchos para el perdón de los pecados. (…)»» (Mateo 26, 27-28). Con estas palabras, el cáliz quedó unido para siempre al sacramento de la Eucaristía y al misterio de la redención.

Los materiales del cáliz

Desde los primeros siglos, los cálices se elaboraron con materiales muy diversos: vidrio, cerámica, madera, cuerno o piedras duras como el ágata o el jaspe. Con el tiempo, la Iglesia estableció normas que limitaron los materiales permitidos.

Un ejemplo significativo es el Sínodo de Segovia de 1325, que enumeraba claramente qué materiales podían emplearse y cuáles quedaban prohibidos. Se establecía que «el cáliz con que se celebra debe ser de oro o de plata o de estaño, no de madera, porque el madero es poroso y recibe en sí la Sangre; ni debe ser de vidrio, porque de ligero se quebrantaría y era peligro de esparcirse la Sangre; ni de tierra, porque non es honesto e tememos que se ensangrien Dios; non de cobre ni de otro metal, que por la fortaleza del vino criase moho o podría muy de ligero traer vómito».

Durante la Edad Media y el Renacimiento, el material más habitual fue la plata, casi siempre dorada en su interior, aunque también se conocen ejemplares de oro y piezas decoradas con piedras preciosas, esmaltes o cristal de roca. A partir del siglo XIV se popularizó cubrir con esmalte los nudos y las copas, y en el siglo XV reaparecieron los cálices enriquecidos con perlas y orfebrería de gran calidad.

Progresivamente, los cálices se adaptaron a los gustos artísticos de cada época. Sin embargo, siempre transmitieron a través de sus decoraciones los valores católicos.

Tipologías de cálices

A lo largo de la historia se han empleado distintos tipos de cálices, definidos por su función en la liturgia o en ritos vinculados a la Iglesia.

  • Cáliz ordinario o consagratorio: es el vaso sagrado destinado a la consagración del vino durante la misa. Es el tipo de cáliz que se utiliza en la liturgia católica hasta hoy.

  • Cáliz ministerial: de mayor tamaño, se empleaba para administrar el vino consagrado a los fieles. Su uso fue habitual en la Edad Media, y aún se conservan ejemplos de gran valor histórico, como el del monasterio de Santo Domingo de Silos.

  • Cáliz limosnero: estaba ligado a la ofrenda de la Epifanía que realizaban los reyes españoles. Tras la ceremonia, solían donarse a monasterios o iglesias, donde podían incorporarse al ajuar litúrgico.

Estas tipologías muestran cómo, además de su valor simbólico, el cáliz tuvo distintos usos y significados, adaptados a las necesidades de cada época.

Cálices destacados en Segovia

Segovia conserva un importante patrimonio de orfebrería litúrgica, repartido entre la Catedral y el Palacio Episcopal. Mientras que en la Catedral se expone una selección representativa de piezas significativas, es en el Palacio donde se custodia la colección más amplia, que permite seguir con detalle la evolución del cáliz a lo largo de los siglos.

En la Catedral de Segovia, los cálices ilustran algunos de los principales estilos de la historia del arte sacro. El ejemplar gótico de Juan de Jérez (h. 1492), donado por Beltrán de la Cueva, refleja la verticalidad y sobriedad propias de finales de la Edad Media. Un siglo más tarde, el cáliz renacentista de Pedro Miguel (h. 1580) muestra un nuevo equilibrio clásico en la copa y en el pie decorado con medallones. El recorrido se completa con el cáliz de Antoine Boullier (1787–88), obra parisina en oro, que introduce el refinamiento neoclásico con un relieve de la Última Cena en la patena. A estos se suman varios cálices limosneros procedentes de las ofrendas regias de Felipe II, Carlos II y Felipe V, testimonio de la estrecha relación entre la monarquía y la liturgia.

Por su parte, el Palacio Episcopal de Segovia custodia la colección más amplia de cálices ordinarios. En ella destacan piezas como el cáliz renacentista de Sebastián Muñoz (1567), en plata sobredorada, sobrio y equilibrado; o el de Baltasar de Nájera (siglo XVIII), enriquecido con esmaltes y con un marcado gusto barroco. Junto a ellos, sobresale el cáliz limosnero de Isabel II (1846), con el escudo real y las inscripciones de la reina y de su limosnero mayor, Juan José Bonel y Orbe, fabricado en la Real Fábrica de Platería de Martínez. Este conjunto convierte al Palacio en un verdadero referente para comprender la evolución artística y simbólica de la orfebrería litúrgica.

Conclusiones

El cáliz, como vaso sagrado de la Eucaristía, ha acompañado a la Iglesia desde sus orígenes, reflejando en su forma y en sus materiales la grandeza del misterio que contiene. A través de la platería, cada época ha dejado su huella artística en estos objetos, que son a la vez instrumento litúrgico y testimonio cultural.

En Segovia, tanto la Catedral como el Palacio Episcopal conservan cálices de gran valor histórico, que permiten recorrer esta evolución desde el Gótico hasta el siglo XIX. Son piezas que, más allá de su belleza, hablan de la fe de quienes los encargaron, los donaron y los utilizaron en la celebración del sacramento central del cristianismo.

Detalle del cáliz de plata sobredorada atribuido al platero Sebastián Muñoz, Segovia, tercer tercio del siglo XVI, con decoración de ángeles y motivos vegetales

Detalle del cáliz de plata sobredorada atribuido al platero Sebastián Muñoz, Segovia, tercer tercio del siglo XVI

Cáliz de plata sobredorada realizado por el platero José de Nájera, decorado con relieves vegetales y esmaltes, conservado en el Palacio Episcopal de Segovia

Cáliz de plata sobredorada marcado por José de Nájera y datado de finales del siglo XVIII

Cáliz de plata de 1846, con el escudo de Isabel II y del limosnero mayor Juan José Bonel y Orbe, conservado en el Palacio Episcopal de Segovia y procedente de la iglesia de San Juan Bautista de Carbonero el Mayor

Cáliz de plata de 1846, con el escudo de Isabel II y del limosnero mayor Juan José Bonel y Orbe, conservado en el Palacio Episcopal de Segovia

Concierto navideño en el patio del Palacio Episcopal con luces y decoraciones festivas.

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Más info

Retrato de Juan de Briviesca

Autor: Jerónimo López Polanco
s.XVII
Óleo sobre tabla

Juan de Briviesca (1585-1629) fue un sacerdote conocido por su dedicación a la fe y vida austera. Conocemos muchos detalles de su vida por la obra «Vida del Venerable sacerdote Juan de Briviesca«, escrita por su amigo Luis Vázquez.

Este retrato fue realizado por Jerónimo López Polanco en 1619, cuando Briviesca tenía 34 años. Puede encuadrarse en el barroco temprano español, caracterizado por claroscuros y gran atención al detalle. Aquí se captura tanto la apariencia física como la profundidad espiritual del personaje. El texto inferior fue añadido en 1716 y ofrece una breve biografía del retratado.

Si quieres saber más sobre esta obra: Pulsa aquí

Jarrón de opalina

Escuela espñaola
Segunda mitad del s.XX

Este jarrón de opalina, creado en la segunda mitad del siglo XX, está inspirado en el estilo imperio. Este estilo se originó a principios del siglo XIX durante el reinado de Napoleón Bonaparte y se caracteriza por su grandiosidad y el uso de elementos decorativos clásicos como guirnaldas, coronas de laurel y estrellas, que simbolizan poder y gloria.
Aunque, este jarrón es una creación del siglo XX, emula con precisión la estética y el lujo característicos del estilo imperio original. Con su gemelo, esta pareja refuerza su presencia y simetría en la decoración, aumentando el atractivo visual de la sala donde su colocaran.

Lámpara de petróleo

Escuela espñaola
Primera mitad del s.XX

Esta lámpara de petróleo es una muestra representativa de la artesanía española del primer tercio del siglo XX, un periodo en el que la iluminación con petróleo todavía era común antes de la generalización de la electricidad en todos los hogares. Las lámparas de petróleo no solo eran objetos utilitarios, sino también piezas decorativas que reflejaban el estilo y la elegancia de la época.  
Los detalles ornamentales reflejan las influencias estilísticas de la época, posiblemente el Art Nouveau o el Historicismo, estilos que prevalecieron en las artes decorativas del periodo.

Tapiz "La Elevación de la Cruz"

Diseño: Pedro Pablo Rubens
Manufactura: Jean-Baptiste Vermillion
s.XVIII

Esta obra textil recrea la pintura del tríptico de Pedro Pablo Rubens, La Elevación de la Cruz, conservado en la Catedral de Nuestra Señora en Bruselas. El tapiz aprovecha el formato tríptico para representar un momento clave de la Pasión de Cristo, capturando fielmente la esencia emocional y artística de la pintura de Rubens.

Jean-Baptiste Vermillion, conocido también como De Lana, destacó como un tejedor relevante en Bruselas durante el siglo XVIII. Tras tomar el control del taller de Jeroen Le Clerc en 1722, obtuvo privilegios significativos que reforzaron su prestigio dentro del ámbito textil. Fue nombrado decano de su gremio en 1726, y su influencia se mantuvo a lo largo de los años, a pesar de cerrar su taller en Bruselas en 1732 y sus intentos posteriores de establecer otro en Huy hasta 1741.

Virgen con el niño

s.XVI
Óleo sobre tabla

Copia del cuadro «La Virgen y el Niño en el paisaje vespertino» de Tiziano. El original fue pintado en Venecia entre 1550 y 1560 por orden del rey Felipe II. Estuvo mucho tiempo conservado en la sacristía del Escorial . Actualmente se exhibe en la galería Alte Pinakothek de Múnich .

La composición recuerda a las composiciones de Raffaello, pero el paisaje tranquilo y el cielo son típico de la pintura veneciana. Un estilo que también influirá a El Greco. Se trata de una de las obras más directas y cautivadoras del último período del pintor.

Calvario

Autor: Jan van Scorel
s.XVI
Óleo sobre tabla

El cuadro «El Calvario», atribuido a Jan van Scorel y datado en el siglo XVI, es una obra de gran intensidad emocional y detallismo. En esta tabla se representa la crucifixión de Cristo con una composición equilibrada. Las figuras de la Virgen María, María Magdalena y San Juan muestran un meticuloso trabajo en sus vestimentas y expresiones, resaltando la habilidad de Van Scorel en capturar la humanidad del momento. El uso del color y la luz contribuye a enfatizar la solemnidad de la escena, mientras que el fondo enmarca la escena, demostrando la influencia del arte renacentista en esta obra.

Santo Entierro

s.XVI
Óleo sobre tabla

La pintura representa la escena del entierro de Cristo, con los personajes dispuestos alrededor de su cuerpo en un momento de profundo dolor y reverencia. Destacan las expresiones faciales y los gestos de los personajes, así como el meticuloso trabajo en las vestimentas. El uso del color y la luz resalta el dramatismo de la escena, mientras que el fondo con elementos arquitectónicos y naturales enmarca la composición con gran precisión, demostrando la maestría del autor anónimo.

La Ascensión

s.XV
Maestro de los Claveles
Óleo y temple sobre tabla

El Maestro de los Claveles, recibe su nombre por la flor que suele estar presente en sus obras. Vinculado al taller del Maestro de Ávila, sus tablas son ejemplos de la síntesis hispanoflamenca del siglo XV en Castilla, caracterizadas por el horror vacui, el detallismo de los brocados, y fondos con castillos y escenas urbanas. En su obra destaca la técnica cuidada y el dibujo preciso.

Si quieres saber más sobre esta obra, puedes leer nuestras entradas específicas sobre:

Predela de los apóstoles

s.XVI
Óleo sobre tabla

La predela es una sección horizontal que se ubica en la parte inferior de un retablo. Habitualmente se encuentra dividida en cajas o «casamentos»; y se utiliza para complementar las escenas del retablo principal con imágenes de un formato más pequeño.

En esta predela se representa, de izquierda a derecha, a: San Andrés, San Bartolomé, San Pedro, San Pablo, Santiago y San Juan. De este último destaca la iconografía elegida (copa de la que emerge un dragón), la cual fue prohibida por el Concilio de Trento. Un detalle que, no solo confirma la datación de la obra, sino que también resalta su importancia en el registro histórico de la iconografía religiosa.

Corona de la Virgen de la Fuencisla

s.XVI
Diseño: Florentino Trapero
Orfebre: Otero y Riopérez

La Corona de Nuestra Señora de la Fuencisla es un símbolo de la realeza y santidad de la Virgen María. Su uso en imágenes marianas tiene sus raíces en la práctica de coronar figuras sagradas como muestra de veneración, una tradición que se consolidó en la Edad Media y el Renacimiento, cuando se buscaba resaltar la importancia y el carácter divino de las figuras religiosas.

La corona actual fue elaborada en 1916 para la celebración de la coronación solemne de la Virgen, Patrona de Segovia. Fue realizada por el orfebre Daniel Riopérez y Milá, siguiendo un diseño del escultor segoviano Florentino Trapero, y desde entonces acompaña su imagen en las grandes festividades. En la actualidad continúa utilizándose, junto con la del Niño, para adornar a la Virgen durante la Semana Santa en Segovia.

Cruz procesional

s.XVI
Orfebre: Antonio Oquendo

La cruz procesional simboliza la redención, el sacrificio de Cristo y su victoria sobre la muerte. Puede denominarse también CRUZ ALZADA, que hace referencia a las cruces procesionales que se sujetan con una vara.

Estas piezas suelen poseer alma de madera sobre la que se adhieren las chapas de plata, blanca o dorada, mediante clavos. A nivel estructural tiene 3 elementos: vástago, macolla o nudo, y cruz. 

Rostrillo de plata del siglo XVIII realizado por el orfebre Lorenzo Cantero, decorado con filigranas y piedras de colores, procedente de la iglesia de San Miguel Arcángel de Segovia

Rostrillo

s.XVIII
Orfebre: Lorenzo Cantero

Adorno que se coloca alrededor de la cara de las imágenes de la Virgen. El origen del rostrillo se encuentra en el complemento que usaban las mujeres para enmarcar su rostro y tapar el pelo. En el s.XVI se asocia a las viudas. Posteriormente, la escultura religiosa adopta este adorno para mostrar el luto de la Virgen por la muerte de su Hijo.

Esta pieza procede de la iglesia de San Miguel Arcángel (Segovia).

Naveta

s.XVI
Orfebre: Diego de Olmedo

Habitualmente se colocan en el altar, cerca del sagrario. Su forma de barco en la liturgia católica está motivada por su simbolismo. Representan la Iglesia como una embarcación que guía a los fieles hacia la salvación. Durante la Eucaristía, se utilizan junto con el incensario para quemar incienso, simbolizando la oración ascendiendo al cielo.

Cruz procesional

s.XIV

Destinada a presidir las ceremonias más importantes y encabeza procesiones, entierros, así como las diversas celebraciones en que participa la comunidad católica. Se inciensa por ser signo de Salvación. A nivel estructural tiene 3 elementos: vástago, macolla o nudo, y cruz.

Asunción de la Virgen

s.XIII

Altorrelieve policromado en alabastro datado del siglo XV perteneciente a la escuela inglesa. En él se representa la Asunción de la Virgen. María es elevada al cielo por ángeles, lo que simboliza su santidad y conexión celestial. La posición de sus manos en oración, denota humildad y aceptación de la voluntad divina. La corona enfatizan su realeza y pureza; y la aureola, su santidad y presencia divina.

San Mateo

s.XV

Esta escultura en alabastro de San Mateo, uno de los cuatro evangelistas, es obra de Sebastián de Almonacid del siglo XV.
En ella se observa a Mateo con dos de sus identificadores principales: el libro del Evangelio, y un ángel, su elemento antropomorfo. Almonacid, maestro de la transición gótico-renacentista, plasmó en la pieza la sobriedad y la humanidad propias del realismo nórdico.
Escultura barroca del arcángel San Gabriel, siglo XVIII, conservada en el Palacio Episcopal de Segovia

Arcángel San Gabriel

s.XVIII

La escultura del Arcángel San Gabriel, tallada en madera y policromada en el siglo XVIII, responde al estilo barroco castellano, caracterizado por su expresividad y dinamismo. Representado como mensajero de Dios, Gabriel simboliza la revelación divina, la comunicación espiritual y la esperanza. Su gesto ascendente y la presencia de querubines refuerzan su carácter celestial. Esta imagen no solo ilustra un pasaje bíblico, sino que también buscaba conmover e instruir al espectador, inspirando la escucha interior y la fe.

Junto con otra escultura de la Virgen María, conforma la escena de la Anunciación, en la que se hace visible el misterio de la Encarnación: el anuncio del ángel y la respuesta de María marcan el inicio del cumplimiento de la promesa de Dios.

Capitel

s.XIII

Capitel del siglo XIII, tallado en piedra caliza y de autoría anónima, que ilustra tres episodios clave del cristianismo. Un hecho que sitúa esta pieza como ejemplo de la narrativa visual medieval y el simbolismo religioso de la época.

  1. La Anunciación, en la que destaca el arcángel Gabriel mientras revela a María su destino como madre del Mesías.
  2. Tentación de Jesús, cuando rechaza a Satanás en el desierto.
  3. San Pedro portando las llaves celestiales, un presagiando de su liderazgo en la Iglesia.

Capitel

s.XIII

Adornado con arpías y aves del paraíso. Las primeras simbolizan la lujuria y los vicios terrenales según la moralidad cristiana medieval.

A nivel iconográfico combina rostro humano, cuerpo de ave, pezuñas de caprino y cola de serpiente. Esta última la diferencia de las sirenas y refleja la influencia de la iconografía clásica. La capucha remite a los infieles, en particular a los musulmanes, en el contexto de las cruzadas.

Se trata de una pieza que testimonia la didáctica visual de la época y que instruía sobre el pecado y la redención.

Silla de caderas

Escuela española
Primer tercio del s.XX

También conocida como florentina, dantesca o jamuga. Se trata de un asiento plegable de doble tijera, que surge en Italia durante la Baja Edad Media, como resultado de la evolución de la silla de tijera. Sin embargo, esta tipología también es común en otros países europeos. En algunos de ellos fueron asientos de honor hasta el siglo XVII.
Progresivamente pierden importancia en favor de las sillas de brazos, pero durante el siglo XIX y XX vuelven a producirse por considerarse una producción típica española. Este ejemplar imita las originales de época renacentista y posee una gemela en las colecciones del Palacio Episcopal.

Entredós

Estilo imperial
Segunda mitad del s.XVIII

El origen de este mueble se sitúa en Francia en el siglo XVIII. Se trata de un armario bajo con puertas al frente y, generalmente, de poco fondo. Su nombre procede de su ubicación más habitual, los paños de pared entre ventanas. Solían producirse en parejas y tuvo gran aceptación durante el siglo XIX.
En el centro de las puertas de este entredós hay dos escenas pintadas sobre sendas placas de porcelana. En ellas se representan arquitecturas de carácter popular. El resto del frente presenta diferentes motivos en bronce dorado a fuego.

Épergne español del siglo XIX-XX con base metálica, figuras de leones alados y un cuenco decorativo central

Épergne

Escuela española
s.XIX-XX

Desde el siglo XVII se disponen en la mesa diferentes elementos que progresivamente han adoptado una función meramente decorativa. Entre ellos se encuentran los centros de mesa, el frutero o el conocido como “épergne”. Este último fue introducido desde Francia en el s.XVIII y solía utilizarse para contener cualquier tipo de comida o postre. Las argollas situadas bajo los leones alados de sus extremos podrían indicar que, inicialmente, estaba configurado por otros elementos.

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